Por Mitzuro Da Silva | Caracas, 30 de julio de 2019
El Hotel Miramar en el archivo de Juan Carlos Palenzuela, 2016 |
¿Estamos, somos, existimos? A la luz de los nuevos descubrimientos de la ciencia sobre el tiempo y el espacio cada vez más nos hacen dudar de nuestra propia existencia y de la fidelidad del recuerdo. Solo nos queda vernos en relación a una piedra, a lo inmutable del registro de lo que no cambia, pero ¿hay una piedra que no cambie? ¿Hay lugar que permanezca igual por los siglos de los siglos? Entonces lo que creemos que somos también es igual de mutable.
El artista Manuel Eduardo González tras el problema de lo mutable, el ser y el recuerdo traza una marca de agua, un non plus ultra del mundo conocido pasado y toma de referencia una piedra en el río del tiempo. El Hotel Miramar nos lleva al pasado de una nación que se levantaba de nuevo; luego de la guerra federal, nos permitíamos tener un hotel de lujo donde la crema y nata de la sociedad podría desfilar junto con los artistas de moda.
Heracles en uno de sus trabajos llego al fin del mundo y lo marcó, sin pensar que jamás podría regresar a donde empezó, porque ese lugar nunca será igual, ha pasado el tiempo. Esa no es la única metamorfosis en los viajes del tiempo y el espacio, ¿él habría sido el mismo después de haber recorrido el mundo buscando su fin? En el siglo XX Venezuela intentó con mucha fuerza conocer sus límites, sus alturas, y pasó de todo, barro y oro, cemento y máquinas.
Con el descubrimiento de que ese espeso líquido que brota de esta tierra tiene un gran valor para el mundo moderno desarrollándose se construyeron grandes estructuras para marcar nuestra existencia; <<aquí estoy, formo parte del mundo civilizado, soy más que una tierra arrasada>>. El Hotel Miramar es uno de esos intentos emblemáticos de lo que emergía en nosotros, esa necesidad de un presente fundado en algo más que corajudas batallas, algo de finura, de mundo. Entre lo recolectado por este artista / arqueólogo nos entrega una ficha con el menú de celebración a la colonia francesa; un reconocimiento a lo que era conocido como el mundo civilizado porque si los reconocemos estamos, somos, existimos en relación a ellos. Otra piedra.
Proyecto de hotel para el balneario de Macuto (1926), 2015 |
Aspecto interior de la selva (Diálogo con Ferdinand Bellermann), 2017 |
De manera eficaz las banderas delimitan, marcan, señalan, pero en este caso ese límite, esa marca, esa institución, ese señalamiento es sobre la memoria. La memoria del subconsciente colectivo es como un mar, una oscura profundidad donde escondemos nuestras noblezas y bajezas, nuestras iluminaciones y nuestros patetismos. La bandera de la planta del Hotel Miramar nos mira y nos increpa, todo se olvida, pero mis ruinas están aquí aún, un cadáver insepulto, mostrando con orgullo su osamenta.
Los marinos saben que por donde vagan es una constante variable, pero no impenetrable, indescifrable, hay maneras de establecer referencias y navegar sobre lo cambiante, lo mutable. Un marinero sabe que nunca transita por las mismas aguas pero las estrellas no se han movido, los faros siguen ahí, las boyas anuncian marcas, los faros la cercanía a tierra. Muchas boyas en nuestra historia ya han sido hundidas, y no hay nadie que pueda levantarlas, los testigos están ahogados por libros sobre patriotas, batallas y sangre.
Capitulo: Ferdinand Bellermann y el paisaje venezolano 1842-1845 (De la serie Sedimentaciones), 2015-2017 |
En un pueblo acostumbrado a ser arrasado la memoria es un débil testigo, ¿quién recuerda una vieja catástrofe del hombre cuando han pasado tantas? Piratas, conquistadores, guerreros, usureros, tramposos, ideólogos, terremotos y deslaves todos han tenido su oportunidad. Los collages de Manuel Eduardo muestran la memoria de los archivos de cultura como un sedimento, recuerda lo que se asienta en la inmensidad del inconsciente colectivo, amorfo, natural, acumulativo, como los restos de un naufragio.
¿Por qué insistir en la necedad de tratar de marcar una existencia en la playa del tiempo? ¿Es acaso un acto necio, inútil? Quizás, sin embargo la poética no conoce de certezas, no desea que te conviertas en ella, solo que te pares frente a ella y te preguntes ¿Quién soy ahora en relación a esta piedra?, es fácil pronosticar que la lectura de la obra de Manuel Eduardo ira cambiando según el contexto que vivamos y según la sociedad que seremos. Arrojará otras lecturas, el mar ha cambiado pero las estrellas aún están ahí, una nueva boya emerge, otra desaparece.
__
Mitzuro Da Silva
Es un Artista Visual e Investigador con una licenciatura en Artes Plásticas mención pintura, en la UNEARTE. La fotografía, el vídeo y el sonido son áreas recurrentes de su trabajo, con una temática que se enfoca en la búsqueda de la rareza en lo común y lo bello en lo sucio. Como investigador ha realizado exposiciones colectivas con artistas de una visión heterogénea y fundamentada en un grupo denominado Laboratorio Estético. A su vez para complementar la difusión de estos trabajos mantiene los blogs Bestiario Magazine y Antena Plástica.